¿Cuántos tiburones nos quedan?
La conocida sopa de tiburón comenzó a consumirse hace al menos cinco siglos, en tiempos de la dinastía Ming, cuando los emperadores consideraban las aletas un producto noble y prestigioso sólo por el hecho de que se obtuviera tan poco de un animal tan grande.
Con el paso del tiempo, como casi todo, el consumo de esta sopa se ha democratizado y además lo ha hecho en un país como China, con una clase media que no para de crecer desde finales del siglo XX. Comenzó a popularizarse como manjar en las bodas y en los restaurantes chinos de alto nivel, y la enorme demanda de aletas supuso la captura de ingentes cantidades de tiburones no sólo en ese país, sino por flotas pesqueras de todo el mundo.
Se ha convertido en algo tan exclusivo que sus precios han alcanzado cifras desorbitadas de hasta 100 dólares el plato o 650 dólares por el kilo de aleta.
Es un negocio tan lucrativo que la FAO estima que cada año se capturan entre 60 y 250 millones de tiburones, cifras totalmente fuera de escala especialmente si tenemos en cuenta el proceso tardío de reproducción de esta especie. Todos ellos son capturados fundamentalmente por sus aletas ya que, en comparación, el precio de su carne es muy bajo porque su valor culinario no es bueno normalmente debido al alto nivel de urea que contiene.
¿Qué empezaron a hacer los pescadores? Como el animal entero ocupa mucho en las bodegas de los barcos y realmente sólo les interesa la aleta, comenzaron a hacer aleteo o finning, una siniestra práctica que consiste en cortar las aletas a los animales vivos y devolver su cuerpo moribundo al océano, donde acababa por morir ahogado o devorado por otros animales tras una terrible agonía.